terça-feira, 28 de fevereiro de 2012

Cidade sem Sonho (Noturno de Brooklyn Bridge)


Ninguém dorme pelo céu. Ninguém, ninguém.
Não dorme ninguém.
As criaturas da lua ressumam e rondam suas cabanas.
Virão as iguanas vivas morder os homens que não sonham
e o que foge com o coração partido encontrará pelas esquinas
O incrível crocodilo quieto sob o terno protesto dos astros.

Não dorme ninguém pelo mundo. Ninguém, ninguém.
Não dorme ninguém.
Há um morto no cemitério mais distante
que se queixa há três anos
porque tem uma paisagem seca no joelho;
e o menino que enterraram esta manhã chorava tanto
que houve necessidade de chamar os cachorros para que se calasse.

Não é sonho a vida. Alerta! Alerta! Alerta!
Caímos das escadas para comer a terra úmida
ou subimos pelo fio da neve com o coro das dálias mortas.
Mas não há esquecimento, nem sonho:
carne viva. Os beijos atam as bocas
numa maranha de veias recentes
e a quem dói a sua dor, doer-lhe-á sem descanso
e a quem teme a morte há de carregá-la nos ombros.

Um dia
os cavalos viverão nas tabernas
e as formigas furiosas
atacarão os céus amarelos que se refugiam os olhos das vacas.

Outro dia
veremos a ressurreição das mariposas dissecadas
e ainda que andando por uma paisagem de esponjas grises e barcos mudos
veremos brilhar nosso anel e manar rosas de nossa língua.

Alerta! Alerta! Alerta!
Aos que guardam ainda vestígio de garra e aguaceiro,
àquele rapaz que chora porque não sabe a invenção da ponte
ou àquele morto que já não tem mais do que a cabeça e um sapato,
é preciso levá-los ao muro onde iguanas e serpentes esperam,
onde espera a dentadura do urso,
onde espera a mão mumificada do menino
e a pele do camelo se eriça com um violento calafrio azul.

Não dorme ninguém pelo céu. Ninguém, ninguém.
Não dorme ninguém.
Mas se alguém fecha os olhos,
açoitai-o, filhos meus, açoitai-o!
Haja um panorama de olhos abertos
e amargas chagas acesas.
Não dorme ninguém pelo mundo. Ninguém, ninguém.
Já o disse.
Não dorme ninguém.
Mas se alguém tem à noite excesso de musgo nas fontes,
abri os escotilhões para que a veja sob a lua
as copas falsas, o veneno e a caveira dos teatros. 

Federico García Lorca (Poeta em Nova York)

Ciudad sin Sueño (Nocturno de Brooklyn Bridge)

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

Federico García Lorca (Poeta en Nueva York)

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